Cómo salir del bucle del sobrepeso
El sobrepeso es un buen ejemplo para comprender cómo nuestras propias ideas crean lo que después llamamos problemas.
Si algo tan sencillo como comer mejor y moverse un poco resuelve la situación, ¿cómo se explica que cada vez haya más sobrepeso?, ¿qué hace que sigas atrapada en un estado que no deseas?
La respuesta está en tus creencias, es decir, en las ideas que has aceptado como ciertas acerca de ti.
Hay muchas ideas que te pueden mantener encadenada al sobrepeso, pero estas dos -que suelen ir de la mano- son las más comunes: derivar tu sentido de ti misma de tu aspecto, y creer que no podrás sentirte bien hasta que adelgaces.
Ambas ideas te impiden salir del bucle del sobrepeso, y se asientan en tu mente siguiendo esta ruta:
1. Te identificas con tu cuerpo
A medida que creces vas tomando conciencia de tu cuerpo. Vives en tu cuerpo y tu cuerpo te representa, pues es una parte importante de la imagen que tú misma (y los demás) tienen de ti.
También percibes que eres mucho más que tu cuerpo, pero al ser este tu carta de presentación más evidente -la primera impresión que causas- es fácil que tu imagen externa cobre mucho peso para ti, frente a otras facetas de tu persona.
2. Te comparas
En nuestro mundo todo tiene sentido en función de su opuesto. Para saber qué es algo -incluida tú- lo comparas con lo demás y lo contrastas con las ideas comúnmente aceptadas en tu entorno.
Así sacas tus conclusiones, es decir, decides qué eres en todos los aspectos.
En lo referente al físico será algo así: “yo soy guapa o fea, alta o baja, gorda o delgada”.
Si tu conclusión es que eres gorda, inmediatamente pasas a considerarte insuficiente o inadecuada.

Es normal que eso te suceda en una sociedad que utiliza la expresión “no vale nada” para referirse a una mujer que no encaja en los cánones de belleza del momento. Da igual todo lo que esa mujer sea más allá de su imagen; todo su valor se puede ver reducido a cero por su aspecto.
3. Derivas tu sentido de identidad de tu aspecto
Al dar cada vez más importancia a tu imagen, piensas que si no tienes un buen aspecto no tienes nada, y empiezas a creer que para estar bien -para poder ser feliz- necesitas cambiar.
A medida que crece tu obsesión por tu imagen también crece tu malestar, y vas dejando de ver todo lo bueno de ti: tú eres tu cuerpo y no podrás estar bien hasta que tu cuerpo lo esté.
De esa forma, sin darte cuenta, no sólo eliges ser infeliz por no tener un aspecto determinado, sino que te identificas con ese aspecto y le sigues dando vida, al creer que eso es lo que tú eres.
4. Sacrificas tu presente por un futuro mejor
La infelicidad a la que tú misma te has conducido -sin saberlo- te empuja a intentar cambiar desesperadamente, y te vuelves dura y radical contigo misma (dietas estrictas, palizas deportivas…) creyendo que todo eso está justificado por un futuro mejor.
Sin embargo, el futuro es sólo una idea en tu mente acerca de cómo podrían ser las cosas algún día. Lo único real es este momento. Si sacrificas este momento, sacrificas todo lo que tienes. Ser feliz sólo es posible ahora, porque ahora es el único momento que existe.
5. Te asientas en el malestar
La dureza y la infelicidad que te has impuesto, te llevan directa a la tristeza y el desánimo. Cada vez que logras perder peso lo recuperas, y el malestar de fondo que sientes por tu aspecto se vuelve una constante. Desde ese malestar, empiezas a pensar que no lo lograrás, que nunca podrás sentirte bien ni en tu cuerpo ni en tu vida.

¿Te das cuenta de que todo sucede en tu mente?
Sin ser consciente de ello, permites que tus propias ideas limiten tus opciones de sentirte bien, que es la condición indispensable para poder abordar cualquier cambio en la vida.
¿Quién logra algo desde la apatía, la desesperanza y el rechazo por sí misma?
Si quieres cambiar tienes que recuperar el ánimo, la fuerza, la confianza en ti misma, ¡la alegría de estar viva!
¿Cómo? De la única manera posible: cambiando tus ideas sobre ti misma.
La imagen que ves de ti es el efecto, la consecuencia de tu forma de juzgarte, y sólo puedes cambiarla haciéndote consciente de las ideas que te han llevado hasta ella.
Tu enorme valor como persona está fuera de toda duda, y muy por encima del aspecto que ahora tengas. Y eso es tan cierto como que estás en tu derecho de querer tener una imagen que te represente mejor.
Tu cuerpo cambia constantemente, por dentro y por fuera. Lleva cambiando sin cesar desde que llegaste a este mundo y va a seguir haciéndolo.
La cuestión, por tanto, no es si puedes cambiar -pues eso sucederá de todos modos- sino hacia dónde lo harás. Y sólo tú puedes decidirlo.
Elige qué aspecto quieres tener, pero no derives de él tu sentido de identidad. Así podrás abordar tu cambio con ilusión y serenidad, con un plan que se adapte a tus gustos y que te permita ser feliz ahora.
Ya no es necesario que sacrifiques unos meses de tu vida para poder ser como quieres: si tu valía y tu felicidad no dependen de tu peso, ¿qué necesidad tienes de vivir ese proceso con angustia?
Disfruta de tu cambio, ¡sólo estamos hablando de kilos! y los kilos no tienen el poder de darte o quitarte felicidad, salvo que tú se lo des.
Como explica Geneen Roth, “Perder peso no da felicidad. Ni paz. Estar delgada no llena ese vacío que no tiene talla ni nombre. Incluso una dieta tremendamente exitosa es un fracaso colosal, porque dentro del nuevo cuerpo permanece el mismo corazón hundido”.

Excelente artículo, gracias por compartir.