Cuando la fuerza de voluntad se agota
¿Crees que el sobrepeso te impide ser feliz?
Yo sí lo pensaba. Creía que si lograba solucionar mi problema de peso toda mi vida mejoraría. Y, cuanto más lo pensaba, más me desesperaba no ser capaz de conseguirlo.
Lo intenté durante 20 años apoyándome en la única herramienta que conocía: la fuerza de voluntad.
Con ella llegué muy lejos y alcancé mi objetivo en varias ocasiones, pero también pude darme cuenta de que algo fallaba: por mucho que lo deseara, no lograba mantenerme estable en un peso en el que me sintiera bien.
Finalmente, entendí por qué la fuerza de voluntad no es suficiente para adelgazar y cómo puedes lograr el cambio físico que deseas sin tanto sacrificio.
Desmontando la fuerza de voluntad
En líneas generales, la situación de las personas que sufren por su peso puede resumirse así: sé lo que tengo que hacer para perder peso, pero no lo hago.
Para ser más exactos, lo que ocurre es que ya lo has hecho tantas veces que no tienes fuerza para volver a pasar por lo mismo… hacer un esfuerzo brutal, perder mucho peso y, poco después, recuperarlo todo.
¿Y por qué lo recuperas? Porque has hecho el cambio desde fuera, tirando de esfuerzo y sacrificio, y te toca mantenerlo con esos mismos ingredientes… pero la fuerza de voluntad se agota.
Los cambios reales empiezan dentro
Para comprender tu comportamiento en relación al peso, es decir, por qué comes mal si quieres adelgazar o por qué no logras ser constante con el ejercicio que te has propuesto hacer, tienes que mirar dentro de ti.
Aunque no lo parezca, todas nos comportamos de manera coherente, ¡en todo momento! pero no con las metas que nos marcamos desde fuera, sino con lo que nos pasa por dentro.
Todo lo que hacemos responde a lo que sentimos internamente.
Si la comida tiene una función más allá de alimentarte (te consuela, te acompaña, te hace sentir bien por unos momentos…) no podrás dejar de recurrir a ella si no tomas conciencia de lo que te pasa y dedides cambiarlo.
Dicho de otro modo, tu estado interno es más fuerte que toda la voluntad que puedas poner en el proceso de cambio. Antes o después, cualquier excusa te servirá para comer mal, quedarte en el sofá y pasar de todo.
“No renuncies a lo que más deseas por lo que quieres ahora”
Cómo cambiar tus respuestas… y tus resultados
La mejor manera de cambiar tu peso es entender, reconocer y aceptar el papel que el sobrepeso y la comida tienen en tu vida. Sin dramas, sin exageraciones, sin dureza. No olvides que sólo son kilos de más.
Sé amable contigo misma, no rechaces tu cuerpo; acepta que, por distintas razones, has llegado a tu situación actual y ábrete a la idea de que es posible cambiar por fuera, si cambias la manera en que respondes a lo que te pasa por dentro.
Todas hemos aprendido a responder de manera automática a las distintas situaciones que nos plantea la vida. Por ejemplo, si estás nerviosa, comes; si te sientes sola, comes; si estás aburrida, comes.
Cambiar esos automatismos es lo que te lleva a liberarte de lo que no deseas en tu vida, como el sobrepeso.
Los automatismos se crean de manera inconsciente, a base de repetición, y se cambian apagando el piloto automático, es decir, poniendo conciencia en lo que estás haciendo y eligiendo cómo quieres responder ante esa misma situación a partir de ahora.
Estos son lo pasos concretos que hay que dar en este proceso:
1. Observa tu comportamiento y date cuenta de tus automatismos: “Cuando llego a casa del trabajo voy directa a la cocina y me como todo lo que veo, sin pensar”.
2. Entiende lo que te lleva a comer de más, sin juzgarte: “Creo que llevo todo el día estresada y comer cuando llego a casa me calma”.
3. Acepta la situación que tienes en este momento: “Hacer eso de manera repetida me ha hecho engordar y descontrolarme con la comida”.
4. Decide si realmente quieres cambiar y por qué quieres hacerlo: “Quiero cambiar porque el sobrepeso me hace sentir incómoda y porque me agobia la sensación de no poder controlarme con la comida”.
5. Pon tu atención en cambiar los automatismos que no te favorecen por otros que te gusten y te ayuden a conseguir lo que deseas: “Voy a poner este cartel en la cocina: ‘me merezco verme bien y sentirme libre’; cuando llegue del trabajo y lo vea, me iré a darme una ducha relajante y después prepararé una cena sana que me guste”.
¿Será un cambio inmediato? No, será progresivo.
Estás acostumbrada a responder de una manera y tendrás que poner todo tu entusiasmo en pillarte cada vez que lo hagas mal, hasta que consigas asentar un nuevo automatismo, esta vez elegido por ti.
Funciona mejor cuando te lo tomas como un juego y, en lugar de criticarte, aprendes a reírte de ti misma y a decirte “la próxima la gano yo”. Piensa en un niño cuando está aprendiendo a andar, ¿alguien se enfada o espera que lo consiga al primer intento? ¡Sé amable y paciente contigo misma!
La voluntad funciona cuando está al servicio de la libertad, y se derrumba cuando es un tenso sacrificio. Si tienes la voluntad de cambiar y, en lugar de fuerza, pones toda tu atención en crear nuevos patrones de respuesta, lo conseguirás.
